miércoles, 9 de abril de 2008

El restaurante favorito

Estornudó, cerrando los ojos y sacudiéndose en un espasmo más intenso que de costumbre. Estornudaba mucho. Nunca nadie supo explicarle -quizás porque nunca le preguntó a la persona idónea- por qué estornudaba tanto, incluso cuando no estaba resfriado. Inspiró profunda y ruidosamente por la nariz, y se acomodó la corbata. Estaba listo para enfrentar el mundo exterior de nuevo. Estaba en el baño de su restaurante favorito, y debía volver a la mesa que había estado ocupando con ella.
Abrió la puerta doble rebatible (al mejor estilo Saloon del Lejano Oeste) y se detuvo a observar detenidamente el salón. El restaurante debía tener cuarenta mesas, de las cuales diez o quince eran boxes. Por lo menos la mitad estaba ocupada. Gentes de distinto tipo: altos, gordos, viejos, jóvenes, niños... Sólo los unía el hecho de estar sentados al mismo tiempo en el mismo lugar.
Una nena estaba hablando con una mujer que seguramente era su madre. La niña, que debía tener ocho años, captó su atención. Con una perorata, que hacía parecer muy interesante, contaba a su madre sobre lo que había hecho ese día en el colegio. Sus ojos alegres y su voz cantarina y jovial, lo hipnotizaron. Estuvo así, parado unos pasos por delante de la puerta rebatible, a unos cuatro metros de la mesa donde estaba sentada la nena, casi cinco minutos. Cuando volvió en sí, levantó la mirada y la centró en el otro lado del local, donde estaba su mesa vacía. Con paso cansino, llegó a su lugar y se sentó. Los dos platos vacíos estaban todavía allí, frente a sus ojos; la botella de vino medio vacía, también. Extendió su brazo, la asió y se sirvió otra copa.
Un grito aterrorizado alteró la ruidosa calma del lugar. -La encontraron-, pensó. Se levantó, dejó el dinero de la cuenta sobre la mesa (con una propina del 20 por ciento exacto) y salió por una de las puertas del restaurante. Apenas puso un pie sobre la vereda, hizo una seña a un taxista y se subió al auto.
-A Yerba Buena-, le indicó al conductor, y luego estornudó nuevamente. Dentro del restaurante, las personas corrían de un lado hacia el otro, un empleado llamaba a la Policía y otro bloqueaba la puerta del baño, aunque no podía tapar totalmente el cuerpo de ella, extendido en una posición rara en el inmaculado piso.

4 comentarios:

Solteracrónica dijo...

ja yo quiero matar a mi ex...podre hacerlo asi?, en un bar?
quiero q el autor de este muy buen relato, me cuente como carajo se hace para matar a alguien...

Solteracrónica dijo...

Muy copado dr oso...me re gusto...

anonimo dijo...

chango!! es una idea q se me paso tantas veces por la cabeza, pasa q me vi todas las temporadas de mujeres asesinas y creo q yo tb soy una de ellas, mas de una vez quice matar a alguien e imagine como hacerlo. muy bueno!!
lo consulte con mi psicologa, no se rian, es verdad, peor me dijo q es normal q divaguemos con esas cosas, pero q soy normal,q no me preocupe. jaja

Anónimo dijo...

son muchas las veces q queremos mattar a alguien o queremos que ALGUIEN en especial DESAPAREZCAA! de la faz de la tierra... (no crean q yo tuve ese deseo alguna vez! NAA). Pero creo q la verdad de todo estos deseos, es que son salidas q encontramos para no hacernos cargo de la realidad, de la verdad... UN ESCAPE DIGAMOS...
en fin... me gusto tu relato.