martes, 16 de diciembre de 2008

La casa

Entró en la casa, misteriosa, en silencio, la casa la miraba callada desde hacía meses. Las paredes sucias, grisáceas, atesoraban años de tiempo inmóvil; parches de madera, clavadas una encima de la otra en forma horizontal, tapaban lo que alguna vez fueron ventanas abiertas; la puerta, de madera carcomida, estaba ligeramente abierta. Y por allí entró.
Cada paso que daba en el parqué arruinado levantaba una nube de polvo, que trazaba el recorrido de los rayos de sol que se colaban por las grietas en las paredes y por la puerta abierta. A su derecha, el comedor, con una mesa y algunas sillas, ordenadas a su alrededor. A su izquierda, la sala, el sofá y los butacones de cuero. Frente a ella, una amplia escalera que se curvaba levemente hacia la izquierda. Decidió no subir.
Tenía la sensación de que alguien la estaba mirando. 
Recorrió la planta baja. Le llamaron la atención los espejos: estaban todos rotos. En su propio reflejo deformado por la grieta en el vidrio, vio aquello a lo que tanto temía. Se vio tal cual era.