miércoles, 7 de mayo de 2008

Fantasmas

Anoche dormí, y soñé. Soñé con todos los fantasmas que fui creando y abandonando a su suerte, en las encrucijadas de mi mente. Se me aparecieron, en forma de historias, felices y no tanto.
Me desperté con una sensación rara. Con el paso de las horas, en mi vigilia volvieron a aparecer esos fantasmas. Recordé los sueños, volvieron a mi conciente, y supe que no habían ocurrido en esta realidad.

lunes, 5 de mayo de 2008

Pensamientos grises

Las primeras luces del alba fueron grises. La lluvia había comenzado hacía algunas horas, luego de que él la dejara en su casa. La dejó triste. Ella estaba triste, y eso lo hacía estar triste a él. Había caminado unas cuantas cuadras cuando comenzó a sentir el abrazo de la garúa, que de a poco terminó por envolverlo.
Luego de recorrer varias cuadras y ver pasar decenas de autos, con los aces de luz que se prolongaban en el espacio reflejados en las gotas de agua, se sentó en un escalón. Estaba cerca de su casa, pero todavía no quería volver. La lluvia lo cautivaba, podía pasar horas mirando un punto en el horizonte, detrás de la cortina de agua; lo ayudaba a pensar. Y pensar era justamente lo que necesitaba en ese momento.
Eran las 3. En la oscuridad, cortada por las luces de la ciudad, se acordó de lo que había sucedido aquella noche.
Había comenzado como cualquier noche: había llegado a su casa cerca de las 20, y ella lo estaba esperando allí. Habían mantenido una charla sobre nada, una de esas charlas tan importantes en la comunicación interpersonal, que permiten conocer quién es realmente el interlocutor. Esa conversación lo había relajado, le había devuelto el buen humor, lo había hecho quererla aún más. Después de esas palabras, sentía que la conocía un poco más.
Luego de comer habían decidido salir a caminar. La noche estaba fría y húmeda, la lluvia era una cuestión de tiempo y, según lo que habían escuchado en el informativo, sería un temporal que duraría varios días. Para aprovechar los últimos instantes sin lluvia, habían salido a caminar. Claro, a él le gustaba caminar en la lluvia, pero a ella no, y lo respetaba.
No había pasado nada raro. Trataba de recordar por qué la noche había terminado de esa forma. Tristes los dos, con lágrimas en los ojos. Pero no podía.
La lluvia arreció aún más mientras él intentaba ingresar más profundo dentro de su mente, acordarse qué había arruinado su noche. Más pensaba, más llovía.
La garúa que se había transformado en llovizna, caía con la fuerza de una tormenta de verano. Con el correr de los minutos, las calles se llenaban de agua, y ya no pasaban autos.
Entonces, lo descubrió.
La tormenta estaba dentro suyo. Decidió olvidarla, descartarla. La tormenta perdió intensidad, y sus pensamientos comenzaron a acomodarse. El día comenzaba con sus primeras luces. Eran grises, el cielo estaba gris y una leve llovizna caía y le transmitía tranquilidad.
Se levantó y se fue a su casa. Los días grises le gustaban.